Segundo encuentro. [Privado]

Esa noche era especial, era la ocasión en la cual una gran cantidad de competidores del Igra se reunían en un oscuro escenario para algunas noches de caza. Algunos consideraban que el invertir su tiempo en una de esas ocasiones valía mucho más que ir a una discoteca o pagarse a una puta para que alegrase la noche. Por su parte había tenido que faltar a su poco importante trabajo, pero sabía que nadie se preocuparía por ello.

Por un lado, su madre no sabía ese hecho y ella simplemente pensaba que él había ido a trabajar como de costumbre, pero evidentemente era una mentira. El peliverde se había preparado para acudir al sitio colocándose unos cómodos jeans negros, una camiseta del mismo color y encima una chaqueta de cuero negra para protegerse del frío. Colocó sus kodachis en su espalda, formando una "X" para poder extraerlas de la espalda en caso de ser necesario al mismo tiempo.

Al llegar, comenzaban a oirse los aullidos de los participantes con bastante fuerza. En algunos lados había unas pocas improvisaciones de fogatas para dar algo de luz y calor al sitio, pero todos sabían que la emoción del momento recaía en que en ese lugar no había seguridad ni luz, los callejones y calles serían laberintos de la forma más cruda posible. El peliverde corría por uno de ellos, aunque no perseguía a nadie valioso por ahora. Era mucho más seguro estar en movimiento que en un solo lugar, y apenas sentía los pasos de alguien buscaba escabullirse por un callejón para colocarse detrás y darle la sensación de ser perseguido al otro. La mayoría se perdían al sentirse así.

Esperaba esas noches, nada igual que volver a San Francisco después un par de meses de gira, ahora tendría sus merecidas vacaciones hasta que comience con el nuevo disco y probablemente en año y medio recién, volver a salir de la ciudad por tanto tiempo. Así que, vistiendose con unos pantalones ajustados negros, un poulover negro igualmente ajustado y tennis de mismo color se peinó hacia atrás con algo de gel para que el cabello no le molestase en el rostro y un pasamontañas sobre este cubrió su identidad. No era contra las reglas ocultar su identidad y pregería hacerlo, a parte era mejor que fuese todo oscura su figura para camuflarse mejor en la noche. Se colocó unos guantes algo gruesos en as palmas y yemas de los dedos para poder manejar más cómodamente sus cadenas. Cadenas plateadas que resaltaban un poco de su figura negra, la cadera principal colgada de su cintura se asemejaba más a un látigo, en sus muñecas tenía enrroscada en tres vueltas las cadenas cortas con el gancho similar a un anzuelo. De esa forma se escabulló de su casa hacia la zona baja de la ciudad.

Llegando al lugar escuchó con atenció el sonido de los partcipantes, como animales que se reunían y rendían a bajos instintos. Se sentía afortunado de haber podido escapar de su guardaespaldas que se había terqueado en perseguirle todo el día, como si sospechase que el azulino planease salir a algún lugar peligroso. No se quedó a observar el paisaje, no podía o sería blanco fácil. Solo tocó su pecho sintiendo a travez de los guantes la carta que llevaba colgando de una cadena, su As.

Se escabulló en el primer callejón caminando contra las sombras, sus tenis de conocida y costosa marca, apenas hacían sonido cuando este avanzana observando con atención a todos lados y escuchando por si algún sonido le alertaba... al poco tiempo comenzó a sentir que le seguían. Una sonrisa se dibujó en su rostro, se haría una victima fácil para atraer a su captor que pretendía convertir en su presa. Así que siguió caminando como si no hubiese notado nada.

Llevaba un rato siguiendo a un hombre de pasamontañas. La razón era que le fastidiaban los tipos que ocultaban su identidad a los demás competidores. Aquellos parecían unos cobardes, como si en algún momento esa persona buscara a algún competidor en la calle y amenazara con delatar su pasatiempo, no era nada agradable el considerarlo pero el hecho de no dar la cara creaba una especie de tensión para él, se sentía en desventaja.

Le vió pasar primero por una calle, y fue lo que más resaltó para él. Sí, su buena figura indicaba que era jóven, pero eso no significaba que su mente no fuese de buenos términos. Comenzó a seguirlo adaptando su ritmo al del otro, para indicarle que había alguien que pensaba enfrentarlo de una manera seria.

El otro giró hacia un callejón y eso hizo dudar al peliverde unos momentos. ¿Acaso el otro tenía amigos y pensaban emboscarle en ese lugar? Era posible, así que primero se asomó al callejón y prefirió rodear la casa que formaba este, cruzando por otro y luego saliendo a una calle, en la cual curiosamente se lo encontró de frente. En un movimiento rapido, llevó las manos hacia las kodachis de mango negro pero filo plateado y las desenfundó de un solo intento, dejándolas frente a su cuerpo y apuntando hacia el otro.- ¿Así que te da miedo dar la cara, imbécil?

Al adentrarse al callejón dejó de escuchar que le siguiesen... genial... quería un lugar donde pudiese pelear comodamente y pierde a su presa. Aminoró el paso mientras pensaba en su mapa mentalpor donde salir para buscar a alguien. Enseguida pudo ver la figura de alguien delante... Por la luz a espaldas de este solo veía la silueta, pero esos cabellos verdes y la voz...

Sonrió...

Menudo lugar donde se lo venía a encontrar con el peliverde, y contaba con la carta que no le veía, aquello sería interesante ya que sería neutral. Abrió sus brazos de manera invitadora y llevó su mano a la carta, la alzó un poco para que la viese, si tenía buena vista, por la luz, seguro notaría que era una as. Enseguida la soltó y movió sus dedos invitandolo a acercarse.

Giró las muñecas un par de veces para presumir una especie de agilidad con sus espadas, y acto seguido comenzó a doblar las rodillas despacio, dedicándole una mirada a todas las proporciones de su cuerpo. Esas piernas largas le parecían familiares, pero independientemente de ello le indicaban agilidad y rapidez, lo que no era muy conveniente. Luego, se fijó más atentamente en las cadenas... ¿Que acaso ya no había visto a alguien más utilizar cadenas? A su mente vino la imágen del peliazul dañándole la mano para ver su sangre, ¿Y si ese imbécil era...? Explicaba el pasamontañas, pero debía confirmarlo por su propia cuenta.

Después de haber doblado las rodillas, sus piernas se desdoblaron para correr hacia el otro, en vista de que no pensaba acercarse. Sabía que el permitir que el otro iniciase era por que había una partida doble en la posible defensa que hiciera en contra de un ataque propio, así que probó algo nuevo. Apenas estuvo a un metro del otro levantó las kodachis frente a su cuerpo en una "X", como si pensase atacarle con ambas hojas al mismo tiempo, no obstante su cuerpo se inclinó casi totalmente hacia atrás, ocasionando que se derrapase en el suelo y fuese directamente a atacar a sus pies con una patada, mientras utilizaba las armas como defensa.

Al ver que el otro se acercaba en una pose, al parecer, agresiva de frente, dejó caer las cadenas de sus muñecas con un simple movimiento de estas. Ambas cayeron casi hasta sus tobillo por la parte baja de sus pantorrillas con ganchos en sus puntas, eran identicas a la que había usado el peliazul para herir la mano ajena.

Cuando el otro se acercó sus rodillas se flexionaron para recibirle, pero al verle cambiar de estrategia a último momento intentó saltar a un lado, aunque sus reflejos no fueron tan rápido y el golpe en su tobillo le hizo inclinarse hacia adelante al caer. Mientras caía azotó la cadena contra las kodachis, el gancho sujetó una por el filo y recorrió el mismo en el sentido que el enmascarado caía hasta que se enganchó en donde ambas hojas se juntaban. Jaló con fuerza apartando a la derecha las espadas, dirección en la que caía y detenía su cuerpo con su brazo libre extendido de palma. Abriendo su defensa y quitando los filos del camino manteniendolos enganchados con su cadena, le dio tiempo de dar un salto para recuperar su equilibrio. A no se que el otro descruzara los filos para dejar que el gancho se deslizase fuera, le tendría enganchado, era un agarre fuerte pero fácil, demasiado fácil de deshacerse de él.

Una vez incorporado le miró, por los agujeros de los ojos del pasamontaña se veían los orbes azulinos del cantante. Todo ese movimeinto había sido acompañado del sonar de la pesada y larga cadena enrollada en su costado y con la otra que se movía acompañandolo casi como si fuese un ser con vida a parte, una serpiente de metal unida a su muñeca sujetada por sus dedos. Solo clavó su mirada en la ajena esperando un siguiente movimiento.

Observó el gancho sujeto entre la cruz de sus kodachis, y eso le hizo entrecerrar los ojos, ya había pasado por algo semejante... Se acomodó para tenerle de frente, y ahora movió los brazos hacia un costado, jalando la cadena sin desvanecer el cruce entre ambas armas para permitir que el gancho no saliese y así tener la cadena más cerca de él. Soltó el arma en su mano derecha y conservó la izquierda, pues la mano libre se había sujetado toscamente a la cadena y ahora, dió un tirón para irse acercando, clavó el codo en el tramo siguiente de la cadena y ahora movió el brazo para jalarle, alcanzando a atraer un buen tramo hacia él.

Pero eso no era todo, pues la kodachi seguía al frente, lista para el ataque, y cuando dió el segundo tirón con el codo lanzó un tajo hacia las manos ajenas, como si le indicase que desistiera de seguir sujetando aquel objeto de metal. Poco a poco algunos seres curiosos comenzaron a asomarse entre las penumbras, mirando aquella inusual batalla.

Cada tramo que el otro cortaba el azulino acortaba en su mano libre, sus dedos recorrían la cadena recogiendola hasta que solo quedaron unos cinco centímetros desde sus dedos hasta el gancho, ahi se aferró a la cadena y cuando lo tuvo cerca alzó su brazo y enganxhó el gancho en la hoja de la kodachi, estirando el brazo jaló de esta hacia atrás deteniendola, no jalaba suficiente como para que retrocediese y el gancho resvalara, solo lo suficiente como para que no le corte.

Al tenerle cerca una de sus piernas se levantó del piso con fuerza y golpeó el costado de la rodilla del otro a la vez que su propio pecho le empujó hacia atrás. Los movimientos del otro no eran agresivos casi, solo defensivos y no apuntaba a herir.

El golpe en su rodilla le hizo levantar la pierna para apartarla, pero un constante dolor yacía en esa extremidad. Apretó los dientes ante aquella desventaja y cuando menos lo pensó el otro ya estaba embistiéndole con el pecho, forzándolo a apoyar la pierna, que por el dolor flaqueó y no tuvo más remedio que caer al suelo, pero se percató de lo cerca que tenía al otro. Su mano soltó la cadena y le tomó de una muñeca para prohibir que se alejase, y acto seguido la mano opuesta soltó la kodachi para propinarle un fuerte golpe a puño cerrado en el vientre, jalando con todas sus fuerzas de su muñeca para no permitirle escape alguno.

Gabriel no tenía estilo de batalla, simplemente se movía de acuerdo a la situación y tenía la agilidad para ello, pero todos los espectadores pensaban que no era más que un novato con suerte, debido a las oportunidades. De todos modos, lo hacía bien, bien como para poder encontrarse en ese juego.

Lo sabía, sabía que aquello funcionaría. El golpe le había hecho flaquear y caer, su espalda tocaría el piso, tocó el piso. El naipe era suyo por regla. Pero claro, nunca era tan sencillo como aquello, pocos... por no decir ninguno, solo los más cobardes, cedían a entregar la carta con esto si no había verdugos cerca. Y en esos eventos los verdugos no se metían, si los había, solo observaban disfrutando del espectaculo.

Cayó sobre él y su muñeca se vio apresada impidiendole alejarse. El dolor en su vientre le hizo inclinarse hacia él y al notar sus rostros cerca planeó una nueva estrategia. Se acercó más jadeando, fingiendo haberse quedado sin aire, pero como fue en el estomago y no en lla boca de este, tenía perfectamente aire. Cuando sus labios estuvieron cerca de su oído, usó este jadeo para tomar aire y cantar una nota fuerte, corta, aguda y del volúmen más alto que su potente voz podía lograr.

Si no lograba dearje mareado y zumbando el oído por el sonido al menos le asustaría como para poder librarse.

Aquel hecho le estremeció por completo e incluso, dañó un poco la sensibilidad de su oído al dejarlo retumbando por largos instantes. Por Dios, su oído era lo más valioso que tenía, si ese imbécil le había dañado aunque hubiese sido un poco, lo buscaría hasta donde fuese posible. No obstante eso le había confirmado quién era, así que llevó una mano hacia el pasamontañas y lo sacó de un jalón. Justo en eso se dió cuenta de que ese día había perdido su As.

Se le entrecerraron los ojos con fastidio y antes de que el otro se levantara estiró la mano hacia la camisa ajena y la sujetó, como si desease volver a arremeter contra él, pero en respuesta tan sólo habló.- ... Te la voy a prestar por unos días. -Se retiró el naipe y lo levantó, observándolo durante largos instantes y luego entregándoselo.- Pero verás que voy a regresar por ella, imbécil. -Finalmente le soltó, pero algo estaba extraño en su sensible oído. Cuando lo palpó se dió cuenta de que estaba temporalmente aturdido, lo que dificultaría un poco batallas futuras, e incluso su regreso. Los sonidos eran lo único que le protegían.- Tsk. -Se levantó y tomó ambas kodachis, las enfundó en su espalda y se alejó en caminata.

Su rostro fue descubierto mostrandole al otro la sonrisa que mantenía, su cabello permaneció peinado hacia atrás por el gel y solo algunos más rebeldes cayeron sobre su frente, pero solo unos pocos. Encontrandole adorablemente sumido al otro tenía la intención de apartarse y tomar el AS pero fue interrumpido cuando le atrajo hablandole.

Tomó el As y lo metió en su bolsillo mientras se colocaba de nuevo el pasamontañas dejando que se adelantara, notando como se tocaba el oído... seguro escucharía mal. Acomodó sus cadenas y se masajeó el estomago antes de correr hacia él alcanzandole y caminando a su par. - ¿Piensas que te dejaré ir solo? - preguntó alzando susbrazos y caminando con estos cruzados por su nuca arqueando levemente la espalda - Las paredes tienen ojos y el honor no es algo que se vea por aqui. Eres presa fácil después de esto. -

Su puño se cerró toscamente a medida que avanzaba. Había perdido su As, su carta favorita. Nadie le mandaba haberla mostrado, pero en si aquella carta era su orgullo, y el otro se la había quitado. Un pequeño odio comenzó a nacer dentro de su interior, y apenas el peliazul se colocó a su lado, uno de sus puños se lanzó hacia la costilla del otro, empujándolo lejos de su cuerpo. El golpe había impactado más abajo de su objetivo, le fallaba el equilibrio.- ¡Alélate, maldita sea! ¡Lárgate de mi vista!

Se apartó de él rápidamente y para evitar que le siguiese, emprendió carrera lejos de él. Utilizó sus fuerzas para perderse de vista todo lo posible, debía solucionarlo de alguna forma... Pero no podía hacerlo ahí.

Se dobló por el golpe inesperado, el maldito tenía fuerza, seguramente no más que él pero si la suficiente como para hacerle quedar tambaleandose arquedo por el golpe. Seguro al otro día tendría dos grandes moretones. El peliverde se alejó corriendo y solo gruñó con molestia. - HAz lo que quieras, niñato. ¡¡¿Me escuchaste?!! ¡¡Ve a que te apuñalen en la esquina así le haces pasar un lindo momento a tu madre!! - dijo con molestia... y también celos.

¿Por que demonios ese niño estaba en Igra? Él tenía sus razones de venganza, dinero y... por que no tenía nada que perder... pese a una vida de estrellato... estaba vacía. No tenía padres, no tenía familiares más que instrumentos de laboratorio y científicos que le usaron y desecharon como a un condón. Ese niño idiota tenía a su madre que le quería y amaba... ¿por que salía a arriesgar su cuello así?

Metió la mano en el bolsillo y palpó el naipe que acababa de adquirir... lo sacó y lo miró unos momentos. El As de corazones... Tomando su collar cambió la carta. Aún seguía en busca de su propia carta favorita, pero esta se acercaba y muy en su interior tenía un peso extra esa carta.