Poniendo ley en el juego [Libre]

La manecilla mayor del reloj rozaba las 11 y la menor las 2, el cielo era despejado y se veían algunas estrellas pese a la iluminada ciudad. Era un día entre semana del frío invierno y algunos copos de nieve comenzaban a caer, en pocos minutos las calles estarían blancas. Había poca gente en las calles, sobretodo en ese barrio de mala muerte donde el rubio se adentraba. Debido a que todo buen samaritano estaría en su casa con su familia descansando, no se molestó en ocultar sus garras las cual asomaban unos 10 centímetros de las largas mangas de su tapado rojo con algo de peluche negro en el borde del mismo. Se cerraba en su pecho ocultando sus tatuajes y la capucha estaba baja dejandole la cabeza solo cubierta por el hoddie del mismo color que tenía por debajo. El cabello le cubría el rostro y avanzaba sin mirar al frente, parecía no mirar nada. Más que nada escuchaba y buscaba cazadores, jugadores... esa acción nocturna que el invierno parecía engordar y bajar su actividad.

- Tiene que haber alguien... No pueden ser tan vagos de solo ser activos en primavera y verano. - se quejo en voz baja y enseguida estornudó sonoramente, aúne staba algo congestionado después de aquel baño con agua helada que le había dado su compañero. Para engañar a quienes no conocian a los verdugos llevaba un As de Picas colgando de su cuello en un collar algo largo dejandolo a la altura de su pecho, la carta se valanceaba mientras avanzaba, seductora y atraante como una prostituta la carta se mostraba como blanco fácil a ser robada, sobretodo por el comportar del rubio que parecía drogado por su andar.

Spoiler:

Su caminar de parecer ebrio, quedo y en eses, se vio opacado por el andar ajeno que le arrebazó sin darle la menor de las atenciones. No pasó desapercibido para el otro el que poseyese naipes, más al tener más de uno que tintineaban entre ellos al caminar. Su rostro se giró y el viento llevó a un costado sus cabellos descubriendole el rostro observando el porte del otro.

No conocía a los verdugos de las otras zonas, los árbitros, al menos hasta el momento, no se habían reunido y por ende los verdugos tampoco. No sería mala idea que se supieran reconocer entre ellos sin mencionar que sería útil para evitar algunas situaciones embarazosas.

El rubio confundió, efectivamente, con un jugador al pelinegro que se detuvo quedando viendolo - ¡Oye! ¡¿No juegas?! ¿El frío te hizo desaparecer las bolas? - preguntó abriendo los brazos hacia el otro invitandolo abiertamente a pelea, o al menos llamar su atención a su pecho para que ntoase más la carta que tenía y que le completaba casi la mano. A ver si de esa manera conseguía algo de diversión en aquel lugar.

Volvió a repasar la figura del otro con la mirada alzada, con una de sus cejas levemente más levantada. No se desacaba entre el abanico de verdugos creados por ser el más listo... a decir verdad todo lo contrario, por lo que no enlazó de manera correcta las palabras ajenas. Probablemente cualquier otra persona relacionaría enseguida aquellas sentencias como que se encontraba delante de un verdugo o incluso un árbitro... un árbitro de rostro al descubierto... por ende las posibilidades quedaban a un simple verdugo. Pero no, el rubio solo pensó unos instantes aquellas palabras hasta que las que le precedieron le hicieron fruncir el seño.

Avanzó hacia el otro hasta reducir la distancia a tan solo un metro entre uno y otro - ¿Intimidarte? Con solo verme ya andas asustado. Buscando excusas para no pelear. - su mirada se dirigió a las cartas del otro y la sonris cínica se amplió - Pero mira nada más, nuestras cartas cuadran. ¿Dejarás ir tal oportunidad? Claro que si. Por que el gatito tiene miedo~ - sonreía con sus palabras, copiosa la curvatura de sus labios que hacía asomar apenas sus dientes. No le importaban demasiado las reglas, la pareja de verdugos de ese punto eran conocidos por eso, jugar a sus anchas libres de reproches mientras no se sobrepasaran.