Caminata nocturna [Sora]

La penumbra de la noche y las bajas temperaturas de aquél día, se mostraban idílicos para que las personas prefiriesen quedarse en su hogar y aquella era posiblemente la razón de la soledad de las calles. Una brisa helada corría por todo el exterior provocando escalofríos a todo aquél que se atreviese a salir de la conformidad que sus casas representaban. El ambiente tampoco ayudaba demasiado, aquél aterrador silencio y la poca luminosidad proporcionada por la luz de la luna y las estrellas y algún que otro poste de luz- a veces titilante por su mal funcionamiento- provocaban una sensación desagradable y de temor en las personas que no acostumbraban llevar una vida riesgosa. ¿Por qué no decirlo? Era el escenario perfecto para que toda una película de terror- o en su defecto, una muy fuerte de policiales- se llevase a cabo. Pero ni siquiera todo esto representaba una amenaza para el rubio que caminaba por la vereda de forma tranquila.

Dino Cavallone, también conocido como Bucking-horse por sus habilidades en combate en conjunto con su apellido, líder de la mafia siciliana, no sentía aquél temor natural hacia las oscuridad y soledad que la gente solía tener, por el contrario, para él le era algo bastante ameno ya que aquello representaba la tranquilidad. Claro, sabía que debía cuidarse las espaldas porque era posible que un mayor número de delincuentes salieran a aquellas horas, pero eso era algo que lo traía sin cuidado. De hecho, buscaba que los mismos apareciesen porque lo más probable es que algunos de ellos pertenecieran al Igra.

Cuando el sol caía, él sabía que era el momento apropiado de salir a buscar alguna pelea, no porque quisiese-pese a ser de la mafia Dino era pacífico y usaba las palabras por sobre la violencia- sino porque debía hacerlo. Tenía que conseguir algunos naipes si quería ganar aquél "juego" y aunque la idea de salir a golpear gente no le resultaba del todo grata, sus objetivos se anteponían a sus principios. A aquellas horas casi no había civiles- si se podía llamar así a la gente que no participaba del Igra- a los cuales lastimar y había logrado que sus subordinados desistieran en acompañarlo en su caminata.

Mientras continuaba avanzando, el sonido del naipe chocar contra la misma cadena que lo sostenía se podía escuchar y a aquél sonido se agregó otro, un estornudo. ¿Estaría comenzando a enfermarse? Era posible ya que el frio de aquella semana había sido brutal para el italiano, quien unas noches atrás le había cedido su abrigo a un amigo que realmente lo necesitaba. Posiblemente estuviera a punto de engriparse. Suspiró con resignación al pensarlo ¿Por qué San Francisco era tan fría? ¿No podían haber hecho el Igra en Hawai?. También había un dicho popular en que decían que cuando uno estornudaba era porque se encontraban hablando de él ¿Sería aquello cierto?. Fuese un futuro resfrio o la prueba de que aquél dicho era verídico, decidió no darle demasiada importancia.

Metió las manos en los bolsillos del abrigo que traía puesto, se sentía extraño no percibir la dura textura del caparazón de su tortuga que normalmente descansaba allí, pero el viento helado y la posibilidad de entrar en una pelea en cualquier momento habían sido suficientes razones para que el mafioso decidiera dejar a su mascota al cuidado de su mano derecha, Romario.

-Sé que es invierno, pero me pregunto si este frio menguará pronto- pensó en voz alta mientras continuaba caminando.

Había sido un día agitado, la peliblanca debía de admitirlo.

Haciendo memorias de todo lo sucedido, se encontraba principalmente el haber huido de varios participantes del Igra, creían que por que era mujer sería mas "pasiva", pero obviamente ésta les dio pelea y termino en varios líos extras sin haber podido siquiera ganar una carta, por la trampa de atacar entre varios.

Hacia poco más de diez minutos que había logrado detenerse a descansar, llevaba casi una hora huyendo, y para empeorarlo, estaba herida en un brazo, así que suponiendo que tendría aun que sea cinco minutos para sentarse apoyando su espalda en una de las murallas que había por esas calles. No había notado el frío que hacía, corría esa típica brisa helada de invierno y estando recién quieta, pudo sentirlo.

Tenía sus piernas abrazadas para mantenerse en calor, estaba relajándose y hasta podría haberse dormido ahí mismo de lo cansada que estaba, hasta que repentinamente unos pasos acompañados de una voz apenas audible por la distancia la sacó de su "paz", miró en la dirección que creía haber sentido el ruido y para su -no- sorpresa había un hombre, le extrañó que fuera sólo uno, antes eran al menos un grupo de diez, "Tal vez se agotaron" pensó, aun así no era tiempo para aquello, por lo que, con mucho cuidado comenzó a caminar tratando de esconderse tras un basurero que estaba pasos mas haya de donde se había sentado ella, y para mejor aún se encontraba en la dirección en la que el hombre caminaba, suponía que ahora sería un buen momento para venganza, pero claro, primero debía comprobar si era un "civil normal" o uno de Igra. Se mantuvo quieta en todo momento intentando no hacer ruido, de hecho casi ni respiraba, iba perfectamente el "plan" que tenía ideado y el tipo se iba acercando cada vez más, realmente todo iba perfecto, si no fuera porque repentinamente estornudó lo más fuerte que pudo sin poder controlarlo.

Spoiler:

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Perdido en todos sus pensamientos, hizo algo que jamás una persona en aquellas circunstancias debía hacer, distraerse. Pese a ser un líder mafioso, el italiano podía ser distraído al extremo, especialmente cuando ningún subordinado suyo se encontraba a su alrededor. Normalmente tropezaba, chocaba, se golpeaba o caía y, aunque ahora no había tenido un accidente como tal, no estaba excento de ser el objetivo de los criminales de la ciudad, especialmente a causa del colgante que traía puesto.

Quejándose mentalmente por el clima aún, continuó avanzando, creyendo que nadie se encontraba por allí y maldiciendo su suerte, ¿por qué el día que había decidido tener una pelea nadie aparecía? Al parecer Dios se había empeñado en hacerle las cosas de forma difícil, pero ¿cómo culparlo? como buen italiano católico, sabía que su trabajo lo había llevado a perder el camino de la virtud y el perdón divino.

Escuchó un ruido por donde se encontraban unos cestos de basura, pero decidió no prestarle demasiada atención a aquello. Posiblemente se trataría de algún gato callejero husmeando entre la basura para obtener algo de alimento. Había muchos animales en esas condiciones en Estados Unidos, quizás mucho más que en Italia o Japón.

Dio algunos pasos más, pero se detuvo al escuchar un estornudo. Sabía que los animales podían, también, emitir un sonido como aquél, pero definitivamente ese había salido de un humano. Miró hacia el basurero y sonrió, acercando su mano a su látigo en caso de tener que reaccionar de forma rápida.

- No hace falta que te sigas escondiendo. Sé que estás ahí, pequeño gatito~- afirmó mientras se ponía en guardia esperando la respuesta de la persona escondida.